Tapachula, Chis. 25/04/2024 34.29oC

El bigote hermosote


COLUMNA HUESPED

Por: Enrique Orozco González.

Miembro de la Fraternidad Literaria “Bajo el palo de mango”, de Tapachula, Chiapas.

 

En Bigotenango, pueblo de los Altos de Chiapas, abundaban los hombres lampiños; por eso, la presencia y estructura del mostacho era muy apreciada, pues iba apareada con la virilidad y guapura masculina. Todos los bigotes eran bienvenidos y variaban, desde el bigote recortado o “señoritingo”, hasta el mostrenco o “chubasco tropical”, pasando por el ascendente tipo Káiser, estrecho tipo Hitler, y el “caída libre”, igual al de Ringo Star.

Chepito López era conocido por dos cosas: a sus diez y siete años presumía su gran parecido con el general Emiliano Zapata: moreno, facciones finas, boca grande adornado de un frondoso bigote que él había modelado igual al del Caudillo del Sur; la similitud con el revolucionario llegaba hasta el bigote, no más: Chepito López no prometía ni tierra ni libertad, tampoco usaba un sombrerote, como el héroe bigotón.

La gente decía, que Chepito desde niño había sido especial. Tenía buena relación con algunos santos, que de cuando en cuando le concedían pequeños milagros. No le gustaba ser señalado como chamán o brujito, él simplemente decía ser intercesor de dones y gracias, y sus poderes los atribuía a que los santos lo habían elegido para que ayudara al que necesitara sobrellevar las dificultades que nos presenta la vida misma.

Pero el caprichoso destino no reparte parejo sus dones. A sus veinte años, la vida de Rupertoni, su vecino, era desgraciada. En su labio superior, esa zona donde deberían acampar los pelos del bigote, era espacio muerto; estaba liso, liso, liso: como bacinica de peltre nueva.

— ¡Vos, jodido! —le increpaba doña Zuleima, su madre— ¿No te da vergüenza que Chepito, el brujo, que es más chico que vos, ya  tenga un su gran bigote?... ¿Ah, vos “Trompa pelona”? ¡Tené vergüenza!

— ¿‘Caso yo tengo la culpa? —se defendía el lampiño vástago—. Si usté se hubiera casado con un bigotudo, otro gallo me cantaría, pero se casó con mi papá que le decían “El Bagre” por los tres pelos que tenía en cada lado de la boca.

Zuleima argumentó:

—Tu difunto padre era de bigote escaso, pero tenía. Vos no tenés ni un pelo. En cambio yo sí tengo, y bastante ¿Por qué no me sacaste a yo? ¿Ah?... ¡“Trompa pelona”!

—Mamá, no me esté’sté diciendo “Trompa pelona”, se va a corré la voz.

— ¡Ora sí, ve! —Dijo la matrona— El hijo le va a decí a la mamá qué apodo le va a poné… ¡“Trompa pelona”! ¡Agradécele a Dios que no te agarro a cachetadas! ¡Andá míralo a ese tu padre! ¡Que te diga cómo nace el bigote!

Rupertoni no le tenía confianza a Chepito, lo creía muy joven para ser un brujo respetable, pero apreciaba su hermoso bigote; la terquedad de su madre hizo que claudicara en su decisión de no consultarlo.

— ¡Chepito, ayudáme! —le pidió a su vecino—. Necesito que me salga bigote. Ya no aguanto a mi mamá. Me está jodiendo desde que sale el sol hasta que anochece. Ya hasta me dice “Trompa pelona” ¡Ayudáme por vida tuya!

Chepito oía las regañadas que Zuleima le recetaba a su hijo y estuvo dispuesto a ayudarle; además, no le caería nada mal ganarse unos pesos.

—“Problema con solución, ya no es problema” —afirmó—. Yo tengo el remedio de tu mal, pero habrá que pedírselo a los santos adecuados: a los “Saca-bigote”. Te advierto: no creás que los santos están esperando a ver qué se me ocurre pedir. ¡Nooo! Hay que rezar, y diario. Te va costar una paguita, ¡pero vas a ve qué chingón bigote te sale!

— ¿Hay santos “Saca-bigote”? —preguntó Rupertoni.

—Hay santos pa’ todo: “Quita-calvicie”, hay santos “Busca-novia”, también “Encuentra-chamba”, pero esos no los necesitás porque sos un mantenido.

—A pué, Chepito, no jodás —y preguntó—. ¿Vos conocés a los santos?

—Lo importante no es que yo los conozca a ellos, sino que ellos me conozcan a mí.

—Tenés razón —dijo Rupertoni ya convencido.

Acordaron el precio, y Chepito hizo la pregunta crucial:

—¿Cómo lo vas a queré, pue, tu bigote? —y le advirtió—. Es importante tené claridá de mente en lo que pedís.

—¡Quiero un bigote chingóóón! —y, emocionado, pidió—. ¡Que parezca plumero!

Fueron al altar de la iglesia y ahí, alumbrados con veladoras, descansaban los santos con los que Chepito se entendía. Ante ellos, Chepito ordenó:

—En ese tol le vas a echá tu dinero: de acuerdo al bolo, es la atención que los santos ponen.

—¿Cuál bolo?

—Cuando lo das la paga.

—¿El óbolo? —preguntó Ruper.

—Eso mero. Ahora hincáte, cerrá tus ojo y pedí las cosas con pasión y frenesí. Repetí después que yo:    

“San Antoñote, que me salga un bigotote”. 

“San Antoñito, vos no te metás: yo no quiero un bigotito”.   

“Santa Butarga, y si se puede, también barba”.

“San Lucas Lucatero, que mi bigote parezca plumero. San Carlucho, ¡que no se tarde en salí, mucho!”.

De todos ellos sólo tres le hicieron caso: Antoñote, Carlucho y Lucas Lucatero: el bigote de Ruperto brotó como plumero, un plumero de cola de pavo real en celo.

Pero su dicha fue fugaz, efímera.

A doña Zuleima no le gustó cómo le brotó el mostacho a su hijo, ahora le decía: “Tromp’eplumero”.

—Me chingaste, Chepito —reclamó Rupertoni—. Mi bigote salió muy jodido.

—Así lo pediste. Clarito lo oí. Pero no te apurés, te voy a ayudá otra vez.

Y, santiguándose, rezó el contraveneno:

—San Crispín Chumacero, desactivá a San Lucas Lucatero. ¡Que su bigote de este sonso ya no parezca plumero!

Y de nuevo preguntó:

— ¿Cómo querés tu bigote? ¡Pensálo bien! ¡No queremo otra reclamación!

Rupertoni, titubeante, tartamudeó:

— ¡Her… her… mozote! ¡Lo quiero hermosote!

— ¡San Chonito del Peyote, ya lo escuchaste como lo quiere su bigote!

El bigote de Rupertoni salió más, pero más jodido que la vez anterior. Cuando este reclamó, Chepe le dijo:

— ¡Tu bigote salió como lo pediste! ¿Te acordás cómo lo pediste?... ¡Porque si vos no, yo sí!

Tartamudeó de nuevo:

— ¡Her… Her… mozote!

— ¡Pues si así te salió, pue… como el mozote! Y ya no nos estés jodiendo a mis amigos y a mí. Mejor le rezaras a san Alfonso pa’ que te quite lo sonso, y a san Alejo pa’ que te quite lo… totoreco.

12/08/2020